Cuando yo era chica y tenía problemas en el colegio con algún compañerito, por lo general con Rolando que me pateaba la mochila hasta deshacerme las costuras, mi padre me decía las sabias palabras: “En la vida va a haber un 33% de gente que te ame, un 33% que te odie y un 33% al que le serás indiferente”.
Durante muchos años, esas palabras me guiaron por la vida, sin tratar de agradar forzadamente a ningún porcentaje de más. A veces me sucedió de encontrarme con algún representante de ese 33% que me odia, sin saber por qué o qué había hecho yo para merecer tal atención. Y es lo que me pasa en este momento. Me he cruzado una vez más con un representante del bendito 33% que me odia.
No soy una carmelita descalza, no puedo decir que soy solo amor y paz y que nunca odié a nadie. Pero creo que puedo decir a ciencia cierta que jamás hice nada intencionalmente para perjudicar a nadie. No me nace ser jodida. Prefiero el viejo adagio chino… siéntate a la puerta de tu casa. No gasto energías en hacerle daño a nadie. No me va.
Y la verdad es que no entiendo a la gente que lo hace. No entiendo qué puede traerle de bueno a alguien querer perjudicar adrede a otra persona… Cuál es la ganancia? Qué beneficio le trae a una persona ser mala?
Conozco a una persona que necesita el conflicto permanente con alguien de la oficina. Va cambiando de target, como para no aburrirse. Y nosotros, los que trabajamos con ella, vamos sufriendo la furia de su maldad. Y se empeña en salir de su camino para hacer daño.
Y a veces la miro y me pregunto: Qué es lo que te lleva a ser tan mala? Es inseguridad? Es incapacidad de relacionarte con los demás? Es porque no sos feliz y querés que nadie lo sea? Es de pura hija de puta?
Llego a la conclusión que ni vale la pena buscarle la explicación. Al fin del día, me da mucha pena. Una persona así de mala no puede ser feliz. Y yo que lo soy, sé de lo que se está perdiendo…
Y ustedes, se cruzaron con su 33% maldito?