martes, 25 de enero de 2011

De la gente mala

Cuando yo era chica y tenía problemas en el colegio con algún compañerito, por lo general con Rolando que me pateaba la mochila hasta deshacerme las costuras, mi padre me decía las sabias palabras: “En la vida va a haber un 33% de gente que te ame, un 33% que te odie y un 33% al que le serás indiferente”.

Durante muchos años, esas palabras me guiaron por la vida, sin tratar de agradar forzadamente a ningún porcentaje de más. A veces me sucedió de encontrarme con algún representante de ese 33% que me odia, sin saber por qué o qué había hecho yo para merecer tal atención. Y es lo que me pasa en este momento. Me he cruzado una vez más con un representante del bendito 33% que me odia.

No soy una carmelita descalza, no puedo decir que soy solo amor y paz y que nunca odié a nadie. Pero creo que puedo decir a ciencia cierta que jamás hice nada intencionalmente para perjudicar a nadie. No me nace ser jodida. Prefiero el viejo adagio chino… siéntate a la puerta de tu casa. No gasto energías en hacerle daño a nadie. No me va.

Y la verdad es que no entiendo a la gente que lo hace. No entiendo qué puede traerle de bueno a alguien querer perjudicar adrede a otra persona… Cuál es la ganancia? Qué beneficio le trae a una persona ser mala?

Conozco a una persona que necesita el conflicto permanente con alguien de la oficina. Va cambiando de target, como para no aburrirse. Y nosotros, los que trabajamos con ella, vamos sufriendo la furia de su maldad. Y se empeña en salir de su camino para hacer daño.

Y a veces la miro y me pregunto: Qué es lo que te lleva a ser tan mala? Es inseguridad? Es incapacidad de relacionarte con los demás? Es porque no sos feliz y querés que nadie lo sea? Es de pura hija de puta?

Llego a la conclusión que ni vale la pena buscarle la explicación. Al fin del día, me da mucha pena. Una persona así de mala no puede ser feliz. Y yo que lo soy, sé de lo que se está perdiendo…

Y ustedes, se cruzaron con su 33% maldito?

jueves, 13 de enero de 2011

De los errores

Ayer regresé al trabajo. Fue, por lejos, el peor día que he tenido desde que empecé a trabajar acá. Cometí un error, grave, y en otro momento me hubiera costado el trabajo.

Me sentí mal, físicamente mal. Querer que la tierra me tragara, un eufemismo. Creí que iba a llorar toda la noche en casa. Comprendo que un error lo tiene cualquiera, porque somos humanos, etc. etc. etc. Pero sucede que hace muchos muchos años me creí la de la niña perfectita, la que cumple con todo y las expectativas de todos y si no lo cumple no es digna de...

Cuando cometo un error, lo que me mata no es el error en sí. A veces son nímios. A veces ni se notan. No puedo creer que yo, yo justamente yo, no sea perfecta. No me perdono los errores. Y, lamentablemente para los que me rodean, a veces no se los perdono a ellos.

Pero voy aprendiendo. En los últimos tiempos comprendí que hay cosas mucho más importantes que los errores y que el perdón es más agradable y gratificante que el rencor. Que saber perdonar es mucho mejor que hacer las cosas a la perfección. Me queda aprender la lección más difícil: perdonarme a mí misma por los errores que cometo.

A ver, repitan: Nadie es perfecto, nadie es perfecto, nadie es perfecto. Y yo tampoco...

jueves, 6 de enero de 2011

De los inicios

No puedo decir que sea un inicio. Esta historia no empezó hace 20 días, empezó hace 25 años. Cuando tenía 14 años, era una adolescente insufrible, y tuve la suerte de estar en el momento indicado en el lugar indicado (Club Ferrocarril Oeste, clases de Judo, martes, jueves y sábados...)

Hace 25 años, lo conocí, me enamoré y seguí enamorada por 25 años más. Mientras tanto, a los 16 años me fui a Italia. Luego regresé, me volví a ir, y la constante en mi vida era él (además de mis padres). Cada regreso a Buenos Aires, era a él. Y cada partida mía, era un partirse de su corazón.

No dejamos de estar nunca en contacto. Siempre mantuvimos una conexión. A pesar de la distancia, a pesar de las respectivas parejas, a pesar de todo y de todos.

Y hoy que soy tan feliz, porque estamos juntos de nuevo, porque los proyectos no se interrumpen por viajes, horarios, otras parejas... me cuesta encontrar una frase de la abuela que represente este momento que estoy viviendo. Nada puede describirlo. Nadie puede entenderlo completamente salvo él y yo.

Así que por una vez, la abuela mira contenta desde donde esté y sin frases hechas para describir lo que sólo puede ser descripto con una palabra: felicidad.

Que tengan un inicio de 2011 tan hermoso como el mío!