lunes, 19 de julio de 2010

De los viajes 4

Llegar a Europa en estos tiempos es complicado. Ya desde que sacás el pasaje te meten miedo: las agencias ponen disclaimers sobre las posibilidades de que no te dejen entrar a los países Schengen, las necesidades de contratar seguros de viaje que cubran 30.000 euros, una carta de invitación, recibos de sueldo, tarjetas de crédito, etc.

Así que antes de salir de Buenos Aires hice todo lo que me recomendaban, saqué el seguro, me fotocopié los recibos de sueldo, imprimí la carta de invitación del Colegio para mi reunión de egresada, puse las tarjetas bien a mano.

Luego del viaje a los infiernos, sólo podía pedir que mi paso por migraciones fuera menos tortuoso. Me encomendé a Ganesh, el que abre las puertas, y me puse en la cola de extracomunitarios junto a un amigo que encontré en el vuelo (el muy guacho ni se enteró de todo lo que conté porque se durmió TODO). Cuando finalmente me toca pasar, entrego mi pasaporte y tengo a mano todos los papeles que me pueden llegar a pedir.

El policía ni siquiera me mira. No me dice ni buen día. No me pregunta ni a dónde voy. Me sella el pasaporte y me lo devuelve: Bienvenida a Roma, chiquita!!!!

Con mi único equipaje, una maleta de cabina, me dirijo exhausta pero feliz a la salida. Me espera Roma, mi ciudad en el mundo.

Por supuesto que mis dos celulares han muerto en vuelo, estoy sin batería y sin posibilidades de ponerme de acuerdo con Lucry sobre el punto de encuentro en Termini. Me compro una tarjeta para hacer llamados. Cómo han aumentado los precios, una tarjeta que compraba hace 5 años por 10 euros, ahora la pago 35. O me vieron la cara, o la crisis pega fuerte.

Logro comunicarme con Lucry, que está detenida en algún lugar de Roma por los Carabbinieri, porque su registro para conducir ha vencido hace 6 meses. Chau viajecito ráfaga a Roma... qué pena, voy a tener que volver.

Decido minimizar las pérdidas y me voy a comer un panino bien italiano: prosciutto e mozzarella. El día que los panaderos del mundo aprendan a hacer un pan como el de acá, seré feliz. Es un panino de aeropuerto, pero es delicioso! Crocante, doradito, ñam! Mientras como el panino, estreno la Moleskin, primera compra del viaje. Escribo el descenso a los infiernos made in Aerolineas.

Pero como algo bueno debo haber hecho en esta vida, cuando llego a la puerta de embarque de mi vuelo a Trieste, Roma me regala una puesta de sol que me deja sin palabras. Me siento y saco fotos con el celular y con la cámara. Le saco fotos al sol, a las golondrinas romanas que vuelan por el Leonardo Da Vinci, a mi pie frente al sol.

Pasaron 5 años desde mi última vez en Italia. Esta vez sin expectativas, sin ansiedades, sin nervios. Roma, sola y la puesta del sol, que a este punto va a culminar a las 21. Y yo que vengo del frío polar y la oscuridad, agradezco este sol de noche contemplando mis próximos días en silencio...


jueves, 8 de julio de 2010

De los descensos al Averno - Cont.

Traspasado el umbral del control de equipaje de mano, y decidida a no salirme de mi eje zen de viajes, me calcé los auriculares en las orejas y, al ritmo de los Black Eyed Peas, me dispongo a exorcisar los demonios que me atormentan. Cual Guolo en discoteca, subo y bajo los hombros mientras repito cual mantra: "No me importa, no me importa", mientras espero una hora para hacer migraciones.

Ya dentro de la sala de espera, y sin tiempo para hacer una terapéutica visita al freeshop, nos llaman a embarcar casi inmediatamente. Primero llaman al Arca de Noé en todas sus presentaciones: familias enteras con niños de las más diversas edades pre-adolescentes y... y... UN GRUPO DE ADOLESCENTES DESENFRENADOS EN CAMINO A UN VIAJE DE ESTUDIOS / EGRESADOS!!!!!!!!!!!!!!! Este nuevo elemento en mi viaje amenazaba con hacer de mi travesía un descenso al Averno, pero a 10.000 pies de altura. Como siempre, Murphy demuestra su ley en todas sus aplicaciones. Juro que no estoy inventado nada...

Llego a mi asiento, y esto recién empieza: Familia Telerín que viaja por primera vez con cría de 2 años, sentada delante de mí, cuyo padre anuncia a todo el avión: "Yo pagué el asisento de la nena!!!", mientras exige que los acomoden nuevamente, ya que les dieron un asiento separado (son él, su esposa y la pequeña), al otro lado del pasillo. Toda la escena me remite a Pinti, cuando habla de los argentinos que viajan a Italia...

La niña lloró, gritó y rompió la paciencia todo el viaje, a intervalos regulares, mientras se turnaba con la vieja italiana que se levantaba de su asiento para ir al baño, y pasaba por el mío y sacudía mi respaldo cual terremoto chileno. O sea, entre los dos extremos etarios no me dejaron pegar un ojo. Apenas lograba conciliar un mínimo de sueño, tarea álgida en los excelsos asientos que se reclinaban generosamente 5°, o lloraba la cría o era el turno baño de la vieca. Gracias Odino...

Debo decir que había gente en el avión que la pasaba peor que yo. Se llevaban los premios al viajero abnegado y por qué no, un poquito pelotudo. La primera vez que voy a buscar agua a la estación de azafatas, observo dos señoras sentadas en el espacio de la puerta, una sentada en el asiento que usan las azafatas para el despegue y aterrizaje, la otra sobre una caja de aluminio, las de almacenamiento. Pensé que estarían cansadas de sus asientos, o de los gritos de la niña, o el terremto de alguna vieja... Ingénua!!! El vuelo estaba tan pero tan lleno y sobrevendido que había tres personas sentadas en lugares improvisados, seguramente ilegales y potencialmente peligrosos, para todos...!

De este primer tramo de viaje saco entonces un par de conclusiones:

1) Así como muchos piden el voto calificado, yo exigo y demando emisión de pasaporte calificado, así me ahorran la vergüenza ajena!!!!

2) Aerolíneas Argentinas es una mierda. No sé cómo levanta vuelo el avión en el que viajo, parece de la época de los hermanos Wright.

Stay tunned, más a venir...

martes, 6 de julio de 2010

De los descensos al Averno

Todos hemos hecho alguna vez uno de esos viajecitos de los que nos hemos arrepentido... Si solo hubiera viajado en otro momento, si hubiera tenido plata para business, si me hubiera sentado en otro asiento... Es así como a veces viajamos al Averno.

Escribo estas líneas mientras me como el primer panino italiano, con prosciutto de verdad y mozzarella de verdad. Escribo en una Moleskin nueva. Hermosa. Muy a lo Hemingway. Pero traspaso los primeros apuntes de viaje de una bolsa para vómitos de Aerolíneas Argentinas. Que a decir verdad se adapta muy bien a la temática que apunté durante 13 largas horas de viaje. 13, un presagio.

Mi mamá, mi abuela, y la sabiduría popular enuncian: "Lo barato sale caro". Tal vez no en términos netamente económicos o financieros, me explayo un poco más: Compré para este viaje de una semana a Italia, el boleto más barato con disponibilidad que era Aerolíneas Argentinas. Más allá de la ventaja de ser un vuelo directo a Roma, no hay más nada. No hay más ventajas. Tal vez llegue a horario, tenga todas las comidas incluidas, bebidas no alcohólicas libres durante todo el viaje, pero saben qué?, las secuelas psicológicas que este vuelo ha dejado en mí, sólo podrán ser curadas con muchos años de terapia, MUCHOS.

Empecemos con un breve racconto del pre-embarque. Aerolíneas Argentinas tiene su propia terminal en Ezeiza, la terminal B. Hace honor a su nombre: Es B en todos los sentidos. Para pasajeros de segunda clase. Poco espacio, mucha gente, poco personal. Las muestras de civilidad por mi parte fueron tomadas de mala manera por una señora mayor ("para pasar con esa m... tanto apuro") a la que mi padre contestó: "pero qué fina la señora!".

Hacer seguridad y migraciones, un parto. Un sólo scanner para procesar dos vuelos. Dos de los grosos: Roma y Madrid. Visualizan la cosa, imaginan bien? Bueno, es peor. Sobre todo cuando tus peores pesadillas se materializan en el cuerpo de 10 adultos y otros tantos bambini que pasan delante de mí, porque los menores tienen prioridad, y anuncian a los gritos "Vamos a Roma!!!"

Noooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!