Un té no es un simple té, es un medio para viajar a los recuerdos. Una querida amiga que te abriga en su casa y en la intimidad de su cocina te escucha llorar todas tus penas adolescentes. Un lugar que es mágico, en medio del Carso, y que es el responsable de las más maravillosas experiencias vividas.
No tan lejanos viajes son una panacea en la memoria. Caminatas entre hojas amarillas y rojas en el Central Park despiertan un calorcito en el medio del pecho.
Proezas deportivas que no son tales, me hacen sentir una medallista olímpica, en medio de los bosques de Palermo.
Así son las mañanas frías y húmedas de domingo… Me tomo un té y me inspiro. A la vez que espero que ya se vaya este invierno, e invoco con todas mis fuerzas una pronta primavera...
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