miércoles, 6 de enero de 2010

De cuando se te cae la estantería…

Hace un par de días que no me siento muy contenta. Será el regreso al trabajo, será el trabajo, será lo que será, la cosa es que me siento medio cabisbunda y meditabaja.

Ayer salí a despejarme al medio día y no pude parar de llorar en todo el trayecto al banco y regreso.

Es muy loco lo que pasa cuando se bajan las defensas y se contempla la propia vida sin anteojos rosas, o filtros de ninguna clase. Todo es insuficiente. Todo es poco. Todo es tremendamente insignificante.

Ya no importa el empeño y la garra que le pusiste. Las elecciones hechas son tuyas, el camino recorrido es tuyo, los resultados no son otra cosa que obra de tu propia autoría. Y mirando atrás pensás, esto no es lo que yo quería. Esto no era lo que mi vida iba a ser.

Pero es lo que es. Seguramente en otro momento esté muy orgullosa de todo lo que soy y todo lo que hago. Sin dudas tengo cosas para mejorar, nuevos caminos que recorrer.

Si de algo estoy conforme, orgullosa y no me canso de repetirlo, y es post habitual en estas páginas y en mi Facebook, son mis amigas. Ayer se las ingeniaron para hacerme dejar de llorar primero (y aseguro que era una catarata sin compuertas) y despejarme después, haciendo lo que más me gusta hacer, gastar plata en ropa, je.

Así que, sea lo que mi vida sea en este momento, sé que no me equivoqué del todo. Algo hice bien. Mis amigas son testimonio fiel de esto. Gracias chics, las quiero. Mucho.

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