martes, 12 de abril de 2011

De cómo nos fuimos complicando...

He notado un patrón de conducta en las relaciones propias, de amigos y conocidos: la complicación. ¿Cuándo empezamos a complicarnos tanto a la hora de las relaciones? No recuerdo que fuera así de complicado cuando era más chica, ni con Fer, ni con mis novios del College. Vivíamos el momento, sin plantearnos demasiado las cosas, era vivir el momento, pasarla bien y dejar que todo fluya.

En qué momento, cuando pasamos de adolescentes a adultos, sentimos la necesidad de hacer una disección de cada cosa que pasa con el otro? De poner bajo la lupa cada palabra, cada actitud, cada momento pasado juntos? ¿Por qué no podemos estar, transcurrir, vivir el momento, sin estar pensando en qué es lo que va a pasar? ¿Qué nos lleva a poner la mente en eventos futuros y no vivir el absoluto presente? ¿Por qué tenemos que definir lo que nos pasa? ¿Cuándo empezamos a pensar en vez de sentir?

Pueden decirme que en parte, uno de los motivos por los que hoy estoy sola es porque sentimos demasiado y no pensamos en lo que hacíamos... pero tampoco digo que una cosa sola sea buena. Los extremos nunca son buenos. Pero anteponer el cerebro al corazón, en temas del último, es como poner el carro antes del caballo...

Y ustedes, ¿cómo ven la mano de las relaciones? A ver, a mis amigas casadas desde hace siglos, a las que están bien, ustedes malditas (a las que envidamos sanamente... OBVIO), ¿cuál es su fórmula?

A partir de la semana que viene el blog volverá a tener su sección viajera. Me voy a reparar mi corazón con "ahujeritos" a Ginebra y Trieste. Hay cosas que siempre hacen bien: Una copa de vino tinto, un chocolate y un viaje. Sin duda es la mejor terapia.

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