Sigue la saga del viaje de fin de año...
Finalizo la enésima cola para finalizar el trámite de migraciones, y el beneficio de pertenecer me deja usar el salón Centurión de Amex. Nunca había estado antes. ¡Qué desilusión! Le hace falta una lavada de cara urgente. Y un test pre ingreso para las hordas de infelices que entran. Detecté al menos tres tipos de especies: los ejecutivos que por su condición de tales creen que es lícito hablar por celular a los gritos paseando por todo el salón; los nouveaux riches que también se comunican con sus parejas a los gritos para hacerte notar que ellos también están en el VIP con su auricular bluetooth colgado de la oreja, como si ello fuera un detalle de clase; las familias Telerín, con sus miles de críos infernales que piden a los gritos que los lleven al baño a hacer caca.
Como decía mi abuelita, no hay nada peor que un piojo resucitado...
5 comentarios:
que feo , que feo, que feo, que te encierren en esa caja infernal!!!!
Ann,
Si el infierno existe, es algo parecido...
Debe haber pocas cosas peores que la incomodidad. A ver... Creo que las heridas y el aburrimiento. Y alguna otra que se después se me ocurrirá porque me colgué leyendo y llego tarde a trabajar.
la parte ploma de viajar
cariños
a
El destino se ve siempre más lejano cuando pasan estas cosas, y no te cuento de los niños en el avión.
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